domingo, 27 de noviembre de 2016

Por: Rosa María Ramírez Reyes el .
 Cada 13 de agosto apresuraba las palabras para desde mi humilde verbo regalarte el sencillo homenaje y a través del éter echarlo a volar hasta tí mi Comandante. 

Ahora así de repente me sumerjo  en el dolor de tu viaje, porque aunque la muerte es ley natural, la tuya no logro entenderla, que me perdonen los otros que han muerto, pero contigo es distinto y sé muy bien por qué.

 Andar tras tus botas, esas que subieron y bajaron lomas, que con el polvo aún del camino guerrillero siguen siendo tan firmes como aquellos días de juventud,  es hálito consolador. Son tus imperecederas huellas las que nos levantan de la tristeza y nos indican que en el tiempo por venir  hay mucho que hacer.

Trasciendes la inmortalidad desde este 25 de noviembre y hoy justo cuando sangra todavía la herida hecha a los cubanos por los colonialistas españoles, hace 147 años,  con el asesinato de 8 inocentes estudiantes de medicina, vamos al altar de los indelebles a jurarte que nada ni nadie hará cambiar nuestro rumbo.

Escogimos contigo mi COMANDANTE ser diferentes, y eso no nos lo han perdonado los enemigos, pero igual no han podido hacernos girar, por mucho que lo han intentado. Ahora mi Gigante, menos podrán. Habrá que extinguirnos para doblegar a Cuba, unida, luchadora, solidaria.

La defensa de nuestra soberanía es ley sagrada mi Comandante. 

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